Los hombres de Labieno tuvieron éxito, y con la muerte de su líder, los tréveros se dispersaron.11 Tras esto las fuerzas de Induciomaro se reagruparon en torno a un pariente de su caudillo caído y se dirigieron contra Labieno, levantando un campamento en la otra orilla del río de donde estaba acampado con sus legiones, sin atacar debido a que estaban esperando refuerzos germanos. Labieno fingió una retirada, incitando a los tréveros a cruzar el río, y cuando lo hicieron dio media vuelta y lanzó a las legiones; los tréveros, cogidos en una posición de desventaja, fueron diezmados. Tras recibir noticias de esta derrota, los refuerzos germanos volvieron a sus casas.12
La derrota de los parisios en Lutecia fue otra muestra de su genio táctico. Envió cinco cohortes a la retaguardia de Agendico y cruzó el Secuana (actual río Sena) personalmente, engañando así al enemigo, que pensó que había dividido a su ejército en tres partes que cruzaban el Sequana por tres sitios distintos.13 El ejército enemigo se dividió en tres grupos y persiguió a Labieno. El cuerpo principal se encontró de pronto con que las legiones no se habían dividido, y tras rodearlos, aniquiló a los refuerzos con su caballería.14
Era un general con unas tácticas que horrorizaban incluso a los vanidosos galos: mataba, decapitaba, incluso llegó a enterrar vivos a soldados enemigos, si bien es cierto que debe considerarse que para los romanos la crueldad era permitida siempre que no se revelara innecesaria.
En septiembre del 51 a. C., César designó a Labieno como gobernador de la Galia Cisalpina.15