Diez años nos trasladamos en el tiempo, mi querido amigo, diez años en los que nuestro joven pretor dejó de ser tan joven, diez años de desarrollo de las habilidades militares de Tito Labieno en cuanto a estrategia naval y terrestre se refiere, diez años en los que se granjeó el respeto de muchos hombres.
Tras la guerra contra los piratas de Cilicia, nos encontramos a bordo de una quinquerreme romana, que viaja rumbo a la capital de la república. A bordo de ella se encuentran Labieno y Cneo Macio, su más ferviente ayudante en el campo de batalla y fiel amigo.
- Nunca pensé que los tiempos podían cambiar tan rápidamente Macio – Suspiró Labieno.
- No se te ve muy contento de recibir el cargo de Tribunus Plebis de manos del pueblo romano. Casi parecería que prefirieses estar todavía peleando contra esos malditos piratas – Respondió Cneo Macio.
- No me malinterpretes, acepto el honor que me otorga el pueblo romano. Es solo que tanto honor viene acompañado de una gran responsabilidad, dificultada aún más por la situación política actual. Este triunvirato está regido por tres poderosísimos cónsules romanos. Y pese a que tengo el poder para enfrentar a cualquiera de ellos, también he de mantener la balanza de poder equilibrada, y el hecho de que la influencia de Cneo Pompeyo me haya ayudado a conseguir este puesto no ayuda en absoluto – Aunque no era este el nombre que su mente le ha estado susurrando desde hace bastante tiempo – Así que en eso tienes razón, casi preferiría seguir combatiendo contra los piratas que ocuparme de esta responsabilidad.
- Ya has demostrado anteriormente que puedes desenvolverte con soltura en situaciones peores, ¿o me equivoco? Aun recuerdo aquel joven oficial que llegó a nosotros con el papel de pretor que a simple vista le venía grande. Más te adaptaste rápidamente a tu nuevo cargo e impusiste un gran respeto en tus hombres.
Labieno se limitó a ofrecerle una sonrisa a su fiel compañero de armas y perdió la vista en el horizonte.